Ignífugos


Se halla atestiguado por Olivero Jacobeus, que en Londres vivía un hombre que manejaba en sus manos un hierro encendido roxo, lamiéndole con su lengua, y mascando ya una composición de azufre, cera y resina encendidas, ya carbones hechos ascuas, y haciendo cocer ostras a este fuego. Yo he observado, dice, la boca, lengua y paladar de este hombre, y no he podido advertir allí señal alguna de ningún estraño. Solamente he notado que su boca estaba empapada en una grandísima cantidad de saliva.
En las transaciones filosóficas se halla este caso, que tal vez será del mismo hombre que se acaba de hablar. Un químico inglés, llamado Richardson, había adquirido la rara propiedad de ser inatacable por el fuego: mascaba las ascuas que se veían aun ardiendo larguísimo tiempo en su boca. Derretía azufre, lo hacía arder en su manos, y luego lo llevaba todo encendido sobre la punta de la lengua. Ponía sobre esta una ascua de carbón, y hacía cocer un pedazo de carne cruda, y sufría sin pestañear que se soplase este fuego con un fuelle. Tragaba vidrio fundido, pez, azufre y cera mezclados, y todo encendido de manera que la llama salía de la boca; y esta composición hacía tanto ruido en su garganta como un hierro caliente que se templa en el agua."

(Breve discurso sobre las operaciones que el hombre incombustible ha manifestado al público en Madrid, año de 1806. Reimpreso en Málaga, en la imprenta de Martínez, calle de la Cintería)

Comentarios

(3)
  1. Desde luego "hay gente pa tó" (químicos, por supuesto, incluidos). Curiosas estas historias del pasado (la verdad, no sé por qué, prefiero indagar en el pasado que pensar en el futuro de la ciencia, y de la humanidad; espero que no sea mal síntoma).
    Saludos.
    Bernardo.

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  2. Enrique: Gracias.
    Bernardo: Indagar en el pasado de la ciencia es también una forma de pensar en su futuro.
    Saludos.

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