Era un panorama extraño. En Barcelona, la habitual multitud nocturna paseaba Rambla abajo entre controles de policía regularmente repartidos, y la habitual bomba que explotaba en algún edificio inacabado (a causa de la huelga de los obreros de la construcción) parecía arrojar desde las calles laterales perqueñas riadas de gente nerviosa a la Rambla. Los carteristas, apaches, sospechosos vendedores ambulantes y relucientes mujeres que normalmente pueden verse en las callejuelas se infiltraban entre las buenas familias burguesas, las brigadas de obreros de rostro endurecido, las tropillas de estudiantes y jóvenes que deambulaban por la ciudad. La multitud se desparramaba lentamente por la Rambla, como un río de corriente oscura y crecida. Apareció un ejército de detectives, de bolsillos abultados, apostados en cada café, vagueando por la Rambla y enganchando, de un modo vengativamente suspicaz, a algunos transeúntes elegidos por alguna singular razón, hasta el punto de que incluso esta
Muy bueno... Aunque todos los días en ese plan sería un poco cansino ¿no?
ResponderEliminar[Tengo que confesar una cosa, don Jorge: desde que ha puesto la foto ahí arriba a la derecha me cuesta atreverme a comentar, porque le veo ahí tan serio, no sé, tan profesor, que me da reparo soltar mis chorradas habituales... Como si me fuese a echar de clase, o del blog.]
Ya le dije a mi hijo, que es quien me hizo la foto, que quedaba serio, pero me contestó que era la cara que tenía. Así que, amigo conde-duque, te sugiero que., por el momento, te olvides de mi jeta "profesoral" y sigas enviando tus jugosos comentarios que siempre son bienvenidos.
ResponderEliminarUn abrazo.
La vida es una pelea, metafóricamente hablando. Lo magnífico, y a veces heróico, es que seguimos "peleando" aun sabiendo que estamos condenados a perder la última batalla. ¿O tal vez no? Si uno es de ideas religiosas acaso pueda pensar: "Sólo mueren los vivos, sólo viven los muertos".
ResponderEliminarEn mi caso, prefiero batallar pacíficamente de día y reposar tiernamente con una buena mujer al caer la noche. Y de madrugada...
Estimado Jorge Ordaz, la foto confirma mi intuición de que es usted persona sabia y entrañable.
Un sincero y cordial saludo.
Bernardo Rivero.
Gracias, Bernardo, por tus palabras.
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