Ir al contenido principal

Flaubert

Publicada póstumamente en 1881, Bouvard y Pécuchet, de Gustave Flaubert, narra los empeños y andanzas de un par de amigos amanuenses entregados en cuerpo y alma a la desmesurada tarea de aprender los diferentes saberes humanos. Tras fracasar en el estudio de la química y la medicina, los dos estólidos amigos deciden dedicarse al estudio de la geología.
Bouvard y Pécuchet se sumergen entonces en la lectura de tratados y manuales de geología. De este modo salen a relucir el Telliamed de Benoît de Maillet, el Discurso sobre las revoluciones del Globo de Cuvier, las Cartas de Bertrand, así como famosos geólogos y paleontólogos: Omalius D'Halloy, Elie de Beaumont, Geoffroy Saint-Hilaire, Alcide D'Orbigny... Todos los autores citados son franceses y no se menciona a Charles Lyell, tal vez porque en la época en que se sitúa la obra (década de los cuarenta del siglo XIX) todavía la influencia del geólogo escocés era escasa en el Continente.
A lo largo de sus averiguaciones del pasado de la Tierra discuten sobre los cataclismos, el Diluvio y la concordancia de la geología con el relato mosaico del Génesis. Pertrechados con la Guía del geólogo viajero de Ami Boué, se lanzan al campo a la búsqueda de minerales y fósiles, en los filadios de Belleroy y en las calizas con políperos de Caen, y viajan hasta Le Havre para estudiar el cuarzo pirómaco y los terrenos arcillosos del kimmeridgiense.
Como de costumbre, Bouvard y Pécuchet empiezan sus estudios con gran entusiasmo, pero a medida que conocen más cosas sus ánimos decaen. Al final, desisten -la geología es demasiado defectuosa- y Pécuchet remacha: ¡Ya no creo en el reino mineral!
Seis meses después los vemos engolfados en la arqueología..

Comentarios

Entradas populares

Antillón

  Con el placer de costumbre leo en Lecturas y pasiones (Xordica, 2021), la más reciente recopilación de artículos de José Luis Melero, una referencia al geógrafo e historiador Isidoro de Antillón y Marzo, nacido y muerto en la localidad turolense de Santa Eulalia del Campo (1778-1814). Antillón fue un ilustrado en toda regla, liberal en lo político, que difundió sus ideas, entre ellas el antiesclavismo, a través de diversas publicaciones. Sus obras más relevantes son las de carácter geográfico, entre las que destaca Elementos de la geografía astronómica, natural y política de España y Portugal (1808). En esta obra se muestra crítico con otros geógrafos españoles (caso de Tomás López) y con los extranjeros que escribían sobre España (a excepción del naturalista Guillermo Bowles). Gracias a Jovellanos Antillón llegó a ser elegido diputado por Aragón en las Cortes de Cádiz. A su amigo y protector le dedicó Noticias históricas de D. Gaspar Melchor de Jovellanos , impreso en Palma de Mall

Como un río de corriente oscura y crecida

  Era un panorama extraño. En Barcelona, la habitual multitud nocturna paseaba Rambla abajo entre controles de policía regularmente repartidos, y la habitual bomba que explotaba en algún edificio inacabado (a causa de la huelga de los obreros de la construcción) parecía arrojar desde las calles laterales perqueñas riadas de gente nerviosa a la Rambla. Los carteristas, apaches, sospechosos vendedores ambulantes y relucientes mujeres que normalmente pueden verse en las callejuelas se infiltraban entre las buenas familias burguesas, las brigadas de obreros de rostro endurecido, las tropillas de estudiantes y jóvenes que deambulaban por la ciudad. La multitud se desparramaba lentamente por la Rambla, como un río de corriente oscura y crecida. Apareció un ejército de detectives, de bolsillos abultados, apostados en cada café, vagueando por la Rambla y enganchando, de un modo vengativamente suspicaz, a algunos transeúntes elegidos por alguna singular razón, hasta el punto de que incluso esta

Premio Nadal 1944

El jurado del primer Premio "Eugenio Nadal" (Café Suizo, Barcelona, 6 de enero de 1945). De izquierda a derecha: Juan Ramón Masoliver, Josep Vergés, Rafael Vázquez Zamora, Joan Teixidor e Ignacio Agustí.  En un artículo titulado "Premios literarios, cartas marcadas", publicado recientemente en un diario digital su autor Daniel Rosell analiza el trasfondo de premios tan prestigiosos como el Nadal y el Planeta a lo largo de su ya larga historia. Refiriéndose al primero de ellos, Rosell escribe: "Siempre hay alguien que recuerda que el el primer premio Nadal lo ganó una desconocida Carmen Laforet, que se impuso a González Ruano, a quien se le había garantizado el premio." Y añade: "Es emotivo, incluso tiene elementos épicos la historia de una joven desconocida que se alza con un galardón literario al que aspiraban los nombres -todos masculinos- consagrados de las letras de entonces, pero ¿por qué no poner el acento en González Ruano? (...) En otra