Ir al contenido principal

Para ayudar a formar una biblioteca

Gabriel Naudé (1600-1653) fue un médico y polígrafo francés que ha pasado a la historia por su labor como bibliotecario. Cuando publicó Advis pour dresser une bibliothèque (1627) estaba al servicio del presidente De Mesme. Tenido por un libertino escéptico, escribió a lo largo de su vida una treintena de eruditas obras sobre historia, ciencia, política y bibliografía. Su mayor fama la alcanzó, sin embargo, como bibliotecario de grandes personajes, como la reina Cristina de Suecia, el cardenal Barberini, Richelieu y, sobre todo, Mazarino, a quien sirvió durante una década.
Ahora, la editorial asturiana KRK publica, por vez primera en español, las Recomendaciones para formar una biblioteca. Evaristo Álvarez Muñoz, que ya nos había brindado en la misma editorial su versión de la Protogaea de Leibniz, se ha encargado, con su habitual maestría y solvencia, del prólogo, traducción, notas y bibliografía de y sobre Naudé, así como de sendos apéndices sobre bibliotecas y los más de trecientos autores mencionados en el texto –muchos de ellos desconocidos en la actualidad-, imprescindibles para situar a la obra en su contexto temporal.
Recomendaciones…puede considerarse el primer manual de biblioteconomía moderno, en el que se nos presenta de forma racional y sistemática lo que, según el saber de la época, debía de ser la biblioteca “ideal” de cualquier esprit fort que tuviese a bien disponer de una de ellas. En el libro se dan avisos e instrucciones acerca de qué autores y libros, clásicos y modernos, de entre los escritos en cada rama o compartimiento del saber humano, es conveniente que figuren en toda buena biblioteca. También se aconseja sobre cómo adquirir, cuidar y ordenar los libros. Una biblioteca, según Naudé, debe de ser universal, selectiva y pública; lo que apunta claramente hacia los ideales de la Ilustración. En definitiva, este es un libro que debería estar en cualquier biblioteca que se precie.

Comentarios

Entradas populares

Criterion

  Sin lugar a dudas, The Criterion , fundado y editado por T. S. Eliot en 1922, es una de las mejores revistas literarias británicas del siglo XX. La nómina de colaboradores que tuvo este magazine trimestral, hasta su último número publicado en 1939, conforma un catálogo bastante representativo de lo más granado de la intelectualidad, no solo británica, del período de entreguerras. En sus páginas escribieron luminarias como Pound, Yeats, Proust o Valéry, por citar solo cuatro.   El primer número de The Criterion , salido en octubre de aquel annus mirabilis , es realmente impactante y marca el sello característico de su editor, expresado a través de sus "Commentary"; a saber, la compatibilidad entre una ideología ideología católica y conservadora y una defensa a ultranza de la vanguardia modernista. En este ya mítico número 1, se incluye, por ejemplo, la primera aparición en letra impresa de The Waste Land de Eliot, y la crítica encomiástica de Valéry Larbaud del Ulises, de

Premio Nadal 1944

El jurado del primer Premio "Eugenio Nadal" (Café Suizo, Barcelona, 6 de enero de 1945). De izquierda a derecha: Juan Ramón Masoliver, Josep Vergés, Rafael Vázquez Zamora, Joan Teixidor e Ignacio Agustí.  En un artículo titulado "Premios literarios, cartas marcadas", publicado recientemente en un diario digital su autor Daniel Rosell analiza el trasfondo de premios tan prestigiosos como el Nadal y el Planeta a lo largo de su ya larga historia. Refiriéndose al primero de ellos, Rosell escribe: "Siempre hay alguien que recuerda que el el primer premio Nadal lo ganó una desconocida Carmen Laforet, que se impuso a González Ruano, a quien se le había garantizado el premio." Y añade: "Es emotivo, incluso tiene elementos épicos la historia de una joven desconocida que se alza con un galardón literario al que aspiraban los nombres -todos masculinos- consagrados de las letras de entonces, pero ¿por qué no poner el acento en González Ruano? (...) En otra

Pìanos mecánicos

De Los organillos , de Henri-François Rey, publicada a principios de los años sesenta, recordaba más su versión cinematográfica, titulada Los pianos mecánicos como el original francés, que la propia novela. Yo estaba en Cadaqués el verano en que se rodó la película, y tuve la ocasión de ver de cerca a dos de sus intérpretes más conocidos: James Mason y Hardy Krüger. La protagonista femenina era Melina Mercouri, pero a ella no tuve la suerte de verla. El filme lo dirigió Juan Antonio Bardem y, aunnque no es una de sus mejores películas, sí es una de sus producciones internacionales de más éxito comercial. A Henri-François Rey, que pasaba largas temporadas en Cadaqués (Caldeya en la ficción), también lo  tenía visto por el bar Marítim o el café Melitón (título, por cierto, de su última novela). En su momento la novela fue un éxito de ventas y de crítica (llegó a finalista del Goncourt y ganó el Interallié).Leída al cabo de los años puedo asegurar que no solo se sostiene muy bien