Ir al contenido principal

Baroja (padre)

Uno de los personajes secundarios de la novela de Pío Baroja La dama errante (1908) es Venancio Arce, un ingeniero de minas que “al parecer, era una notabilidad en Geología, y lo llamaban para destinarle a los trabajos del mapa geológico.” Baroja lo retrata como “un hombre sincero, que llevaba a la práctica lo que pensaba. Estaba dando a sus hijas una educación natural, aunque en Madrid pareciese absurda. Los juguetes de sus niñas eran brújulas, las lámparas de minero, la cinta, las piritas de cobre cuadradas y brillantes.” Señala Baroja en el prólogo a la novela que todos los tipos que aparecen en ella fueron tomados del natural. ¿Quién es el modelo real del primo Venancio? Muy probablemente para la caracterización de dicho personaje tuvo en cuenta a su padre, el ingeniero de minas Serafín Baroja y Zornoza (1840-1912), o a alguno de sus colegas amigos, como Lucas Mallada, paleontólogo y autor del ensayo regeneracionista Los males de la patria.
El primer destino de Serafín Baroja fue Río Tinto. Allí quiso poner en marcha algunas de sus innovadoras ideas, pero tropezó con la maquinaria burocrática. En años sucesivos, y hasta su jubilación en 1910, ocuparía plaza de ingeniero jefe en varias provincias españolas. Fue también profesor de Historia Natural del Instituto de San Sebastián. Según su hijo, en sus memorias, era un hombre alegre, bondadoso y bastante despreocupado de las cosas propias. Era aficionado a la literatura y escribió en euskera y castellano. Suyo es el libreto de la ópera Pudente, con música de José Antonio Santesteban, cuyo estreno fue un fiasco. Era una extravagancia musical ambientada en la época de Trajano y en la que el jefe de las Minas de la Bética hablaba en vascuence y cantaba canciones guipuzcoanas. Como decía Pío Baroja de su padre, “nunca tuvo sentido práctico; creía que eso de ganar dinero era una broma que no valía la pena.” Sabía de que hablaba.

Comentarios

Entradas populares

Antillón

  Con el placer de costumbre leo en Lecturas y pasiones (Xordica, 2021), la más reciente recopilación de artículos de José Luis Melero, una referencia al geógrafo e historiador Isidoro de Antillón y Marzo, nacido y muerto en la localidad turolense de Santa Eulalia del Campo (1778-1814). Antillón fue un ilustrado en toda regla, liberal en lo político, que difundió sus ideas, entre ellas el antiesclavismo, a través de diversas publicaciones. Sus obras más relevantes son las de carácter geográfico, entre las que destaca Elementos de la geografía astronómica, natural y política de España y Portugal (1808). En esta obra se muestra crítico con otros geógrafos españoles (caso de Tomás López) y con los extranjeros que escribían sobre España (a excepción del naturalista Guillermo Bowles). Gracias a Jovellanos Antillón llegó a ser elegido diputado por Aragón en las Cortes de Cádiz. A su amigo y protector le dedicó Noticias históricas de D. Gaspar Melchor de Jovellanos , impreso en Palma de Mall

Como un río de corriente oscura y crecida

  Era un panorama extraño. En Barcelona, la habitual multitud nocturna paseaba Rambla abajo entre controles de policía regularmente repartidos, y la habitual bomba que explotaba en algún edificio inacabado (a causa de la huelga de los obreros de la construcción) parecía arrojar desde las calles laterales perqueñas riadas de gente nerviosa a la Rambla. Los carteristas, apaches, sospechosos vendedores ambulantes y relucientes mujeres que normalmente pueden verse en las callejuelas se infiltraban entre las buenas familias burguesas, las brigadas de obreros de rostro endurecido, las tropillas de estudiantes y jóvenes que deambulaban por la ciudad. La multitud se desparramaba lentamente por la Rambla, como un río de corriente oscura y crecida. Apareció un ejército de detectives, de bolsillos abultados, apostados en cada café, vagueando por la Rambla y enganchando, de un modo vengativamente suspicaz, a algunos transeúntes elegidos por alguna singular razón, hasta el punto de que incluso esta

Premio Nadal 1944

El jurado del primer Premio "Eugenio Nadal" (Café Suizo, Barcelona, 6 de enero de 1945). De izquierda a derecha: Juan Ramón Masoliver, Josep Vergés, Rafael Vázquez Zamora, Joan Teixidor e Ignacio Agustí.  En un artículo titulado "Premios literarios, cartas marcadas", publicado recientemente en un diario digital su autor Daniel Rosell analiza el trasfondo de premios tan prestigiosos como el Nadal y el Planeta a lo largo de su ya larga historia. Refiriéndose al primero de ellos, Rosell escribe: "Siempre hay alguien que recuerda que el el primer premio Nadal lo ganó una desconocida Carmen Laforet, que se impuso a González Ruano, a quien se le había garantizado el premio." Y añade: "Es emotivo, incluso tiene elementos épicos la historia de una joven desconocida que se alza con un galardón literario al que aspiraban los nombres -todos masculinos- consagrados de las letras de entonces, pero ¿por qué no poner el acento en González Ruano? (...) En otra