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Traducir poesía

Ha dicho Antonio Gamoneda, en la presentación de la traducción al alemán de su libro Esta luz, que traducir poemas "es casi un imposible".
Vale, de acuerdo. Pero es un imposible deseable. Si el poema original es bueno, resiste toda versión, por mala que ésta sea; e incluso a veces la traducción mejora un original mediocre. En cualquier caso, vale más leer a un poeta traducido, que no leerlo. La poesía -la verdadera poesía- es universal; la lengua en que se escribe, circunstancial. Mi poeta español preferido es William Carlos Williams traducido al español.

Comentarios

  1. Pero traducido, supongo, no tergiversado. Estarás de acuerdo conmigo, tú que eres traductor también, en que algunos de sus libros "traducidos", incluso siéndolo a un castellano impecable, no dicen lo que el original. Y eso no parece una traslación adecuada de lo que el autor escribe ¿no? Y quien dice WCW dice también de otros que tampoco tienen mucha fortuna (recuerdo algunos poemas de Ashbery y Yeats, últimamente traducidos con poca habilidad).
    Saludos.

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  2. Por supuesto, estoy de acuerdo contigo. Entiendo que la traducción puede ser mejor o peor, pero nunca una mistificación o una tergiversación. Es decir, parto de la base de que toda traducción es una aproximación, y lo que dice el traductor es lo que quiso decir el autor, aunque sea con otras palabras y con todos los matices posibles. Ya sé que a veces es pedir mucho, sobre todo si tenemos en cuenta ciertas "versiones", como las de WCW que tú comentabas el otro día en tu blog. Una pena, pues el que por primera vez se acerca a WCW con una tal versión puede salir con la sensación de que no es para tanto... En mi opinión, el peligro de muchos de estos casos reside no en el desconocimiento del idioma, sino en que el traductor quiere convertirse también en "autor".Y no es eso, claro. El traductor es un mero intermediario entre el autor y el lector. Nada más, y nada menos.

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  3. Totalmente de acuerdo contigo, Jorge. Es un imposible deseable. Yo extraigo mucho placer de leer a ciertos autores extranjeros. Si se pierde cierta belleza, siempre puede que se le haya sumado otra (me refiero a la carga de belleza que de por sí tienen algunas palabras, o sus combinaciones). Hay belleza también en el sentido último, en la esencia, y eso es traducible. Un buen traductor es un intermediario tan generoso como para poder ser casi invisible después de un trabajo arduo al servicio del poema y del poeta. Como el poeta lo es entre él y la realidad.

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