La literatura es como un inmenso lago con muchos tributarios. Hay grandes y caudalosos ríos, como Balzac o Tolstói; pero también pequeños e intermitentes arroyos, como un servidor. Cada uno contribuye con sus aguas en la medida de sus posibilidades. Por sí solo ninguno es suficiente, pero juntos devienen necesarios. Hay épocas de copiosas precipitaciones en las que el lago, gracias a las grandes avenidas, parece que vaya a desbordarse; y otras de pertinaces sequías en las que la escorrentía es mínima y el lago corre peligro de secarse. De la materia aportada por los diferentes tributarios, la mayor parte se evapora enseguida; otra se deposita en el fondo al cabo de cierto tiempo; y sólo una muy pequeña parte se mezcla con las aguas pemanentes. Pero lo que cuenta es el lago. Alimentar el lago. Para que la pesca en él siga siendo rica y variada.
Con el placer de costumbre leo en Lecturas y pasiones (Xordica, 2021), la más reciente recopilación de artículos de José Luis Melero, una referencia al geógrafo e historiador Isidoro de Antillón y Marzo, nacido y muerto en la localidad turolense de Santa Eulalia del Campo (1778-1814). Antillón fue un ilustrado en toda regla, liberal en lo político, que difundió sus ideas, entre ellas el antiesclavismo, a través de diversas publicaciones. Sus obras más relevantes son las de carácter geográfico, entre las que destaca Elementos de la geografía astronómica, natural y política de España y Portugal (1808). En esta obra se muestra crítico con otros geógrafos españoles (caso de Tomás López) y con los extranjeros que escribían sobre España (a excepción del naturalista Guillermo Bowles). Gracias a Jovellanos Antillón llegó a ser elegido diputado por Aragón en las Cortes de Cádiz. A su amigo y protector le dedicó Noticias históricas de D. Gaspar Melchor de Jovellanos , impreso en Palma de Mall
Y pasando de la limnología al ciclo hidrológico: ¿no serían las bitácoras como la lluvia, agua evaporada de esa gran laguna, que vuelve a la tierra en formas diversas: nieve u orbayu en el mejor de los casos, chaparrón o granizo, cuando se precipita con peligro?
ResponderEliminarO por seguir con la analogía, que quizá hubiera agradado a Margalef: buena parte de las aportaciones producen una eutrofización del lago. Sólo una pequeña parte se digiere como algo necesario.
ResponderEliminarY una nota: me llama la atención la continuidad de este "apunte" y el anterior sobre los malos poetas. ¿Acaso ellos no aportan también a las aguas del lago, aun contaminándolas?
Saludos
Todo sirve, evidentemente. Lo malo es cuando el lago se convierte en un pantano...
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