Esencias de Jaloux (II)

Entre otros apuntes, Essences, de Edmond Jaloux, recoge cuentos que en alguna ocasión oyó a sus amigos, así como relatos oníricos, propios y ajenos.

He aquí uno de los cuentos:

Había un inglés rico, de noble familia y muy respetado, que vivía solo en su casa de Mayfair. Un día, cuando salía de casa y se preparaba para subir a su carruaje, un hombre joven, de aspecto equívoco, salió de entre la niebla y le dijo bruscamente: "¡Yo conozco su secreto!". El hombre rico enrojeció y bajó la cabeza sin responder. Suspiró y condujo al joven adentro, a una salita de la casa. Una vez allí le preguntó qué es lo que quería. El joven fijó una cifra y aseguró que pasaría cada tres meses a cobrar su pensión. Su víctima no discutió. Pasaron diez años. El joven equívoco seguía visitando regularmente a su involuntario benefactor. Los encuentros transcurrían siempre en silencio. Pero una mañana de invierno el mayordomo negó al aventurero la entrada a la residencia. "Milord se está muriendo, le dijo. No puede recibir a nadie." El otro no hizo caso y entró en la habitación del moribundo. Éste, al verle, giró la cabeza y de repente su cara se iluminó: "¡Y ahora, le espetó, dígame cuál es mi secreto!" Este es uno de los cuentos que Oscar Wilde contaba a sus íntimos y que no dejó escrito (...) Yo lo conocí por un amigo, Reggie Turner, que murió antes de la guerra.

Y este es el relato de un inquietante sueño:

Henry James tuvo una vez un sueño curioso. Me lo contó uno de sus amigos y no lo he encontrado ni en sus obras narrativas ni en su correspondencia. Entra él en un inmenso almacén desierto, una galería con vidrieras, polvorienta, medio a oscuras, donde miles de sillas se apilan hasta al techo. Lo atraviesa no sin un misterioso escalofrío, pues la multiplicación al infinito de un objeto tan banal angustia mucho más que una presencia insólita. Al fondo, una segunda sala, análoga a la primera, pero más pequeña, le conduce a una verdadera barricada de sillas superpuestas. Y entonces se da cuenta de que alguien, extrañamente parecido a él, le dice temblando: "¡Yo no tengo miedo! No tengo miedo... ¡Usted ve que no tengo miedo!"

Comentarios

(2)
  1. El relato del sueño es realmente inquietante. Gracias por contárnoslo...

    ResponderEliminar
  2. No nos fiamos ni de nosotros mismos. De ahí eso que se dice "... sujétame, sujétame, que no respondo..."
    Además, siempre creemos que nos domina la parte más oscura y tenebrosa. Todos tenemos un recuerdo de la infancia que nos atormenta, por ejemplo.

    ResponderEliminar

Publicar un comentario